lunes, mayo 19, 2025

México enfrenta su peor sequía

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  • Según el Instituto Mexicano para la Competitividad, la disponibilidad de agua en el país pasó de 10,000 metros cúbicos en 1960 a 3,200 metros cúbicos en 2024
  • La Comisión Nacional del Agua ha impulsado proyectos integrales como el Plan Hídrico 2050.

La crisis hídrica, lejos de ser un fenómeno aislado en regiones como Nuevo León, representa una amenaza creciente para todo México. A pesar de los avances puntuales en infraestructura y gestión en estados del norte, el país enfrenta una situación crítica derivada del uso desmedido del recurso, el cambio climático y la falta de planeación a largo plazo.​

En 2025, México experimenta una presión sin precedentes sobre sus fuentes de abastecimiento. Sequías prolongadas, deforestación en zonas clave, urbanización descontrolada y la sobreexplotación de acuíferos han reducido la disponibilidad de agua por habitante a niveles alarmantes. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad, la disponibilidad de agua en el país pasó de 10,000 metros cúbicos en 1960 a 3,200 metros cúbicos en 2024, y se estima que podría ubicarse por debajo de 3,000 metros cúbicos para 2030.

El caso de Monterrey simboliza tanto la fragilidad del sistema como las posibilidades de transformación. Tras la emergencia de 2022, la capital de Nuevo León emprendió una serie de acciones decisivas. Nuevas presas, como Libertad, acueductos modernos y plantas tratadoras optimizadas permitieron recuperar reservas. Sin embargo, otras ciudades con menores recursos siguen vulnerables, con zonas rurales que dependen exclusivamente de pozos o fuentes contaminadas.​

La Comisión Nacional del Agua ha impulsado proyectos integrales como el Plan Hídrico 2050. Aunque ambicioso, este programa requiere coordinación efectiva entre estados, municipios, iniciativa privada y ciudadanía. La inversión pública resulta insuficiente sin una política de conservación estructurada, educación ambiental masiva y penalización clara del desperdicio.​

Además, la agricultura responsable de cerca del 76% del consumo nacional enfrenta cuestionamientos por prácticas obsoletas que desperdician miles de millones de litros diarios. Reformar esta actividad sin afectar la seguridad alimentaria representa un desafío doble: técnico y social. Tecnologías de riego eficiente, almacenamiento inteligente y monitoreo satelital existen, pero su adopción ha sido lenta fuera de zonas privilegiadas.​

En paralelo, la industria contribuye al estrés hídrico en polos de desarrollo como el Bajío o la frontera norte. A pesar de normativas, muchas empresas descargan aguas sin tratamiento adecuado, alterando ecosistemas enteros. Fomentar esquemas de reúso, monitoreo independiente y sanciones efectivas debe dejar de ser una aspiración para convertirse en política de Estado.​

Por ello, Rotary, red mundial compuesta por más de 1,2 millones de personas que promueven la integridad y la paz presentó en su Conferencia Distrital 2025, algunas acciones clave en las que podemos actuar para promover un cambio significativo hacia un futuro más sostenible.

  • Captación de agua de lluvia en viviendas y escuelas: Implementar sistemas de recolección pluvial permite aprovechar las precipitaciones, especialmente en temporadas de abundancia. Esta agua puede utilizarse para tareas no potables como riego, lavado o cisternas, lo que reduce la presión sobre fuentes convencionales. Es una solución accesible, con bajo mantenimiento y gran impacto en zonas urbanas y rurales.
  • Reparación de fugas y mantenimiento del sistema hidráulico doméstico:
    Una llave goteando puede desperdiciar más de 30 litros diarios. Revisar periódicamente las tuberías, sanitarios y conexiones evita pérdidas invisibles pero significativas. Esta medida, aunque sencilla, tiene un efecto inmediato en la reducción del consumo y también en el costo del servicio.
  • Uso eficiente del agua en la agricultura mediante riego tecnificado:
    El campo consume más del 75% del agua nacional. Sustituir el riego por inundación por métodos como goteo o aspersión, además de programar el riego según la necesidad real de los cultivos, puede reducir el desperdicio hasta en un 50%. Esta transición requiere inversión, pero también capacitación y apoyos gubernamentales bien dirigidos.
  • Tratamiento y reúso de aguas residuales: Reutilizar agua tratada para fines industriales, agrícolas o incluso domésticos no potables reduce la extracción de acuíferos. Ciudades como Monterrey ya han comenzado a integrar este modelo con resultados positivos. El tratamiento adecuado permite reintegrar millones de litros al sistema sin afectar la salud ni el ambiente.
  • Educación hídrica en todos los niveles escolares: Concientizar desde temprana edad sobre el valor del agua transforma hábitos a largo plazo. Incluir en los programas escolares actividades prácticas sobre ahorro, cuidado de fuentes y uso responsable del recurso fortalece una cultura de sostenibilidad. Esta acción requiere voluntad política, pero sus beneficios son duraderos

México enfrenta una encrucijada. O transforma su relación con el agua o arriesga su estabilidad económica, social y ecológica. Lo ocurrido en el noreste no puede asumirse como excepción, sino como preludio de un escenario que se repetirá, con mayor severidad, en otras regiones si no se actúa con urgencia. Apostar por una cultura de cuidado, financiamiento adecuado y legislación firme ya no es opción: es una obligación.

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